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Bio-economía: Reflexiones sobre la cadena alimentaria, por Julián Briz

20 abr 2015
Asistimos a los conflictos que se producen en las cadenas alimentarias, entre los tipos de cadenas (cortas, ultracortas y largas), los agentes integrantes de las mismas y los productos que las componen. Julián Briz nos propone soluciones: mejor conocimiento del sector y resiliencia, es decir, capacidad adaptación a los cambios y sinergias entre los grupos socioeconómicos.
Duración: 2 horas

En los últimos años Julián Briz, catedrático de Economía por la UPM y presidente de Pronatur, ha escrito y coordinado numerosos libros sobre metodología y análisis de la cadena de valor alimentaria. En este ciclo, nos ofrecerá la conferencia Bio-economía: Reflexiones sobre la cadena alimentaria.

Los mercados constituyen la referencia del funcionamiento del sistema alimentario, reflejando las fricciones entre oferta y demanda. En las últimas décadas se observan fuertes convulsiones. Desde situaciones excedentarias hasta escasez de materias primas, escándalos en seguridad alimentaria, elevación de costes de transacción, liberalización y desregularización, lo que lleva a que haya quienes aboguen por un mayor proteccionismo y el logro de la soberanía alimentaria. Por ello, es conveniente tener un modelo de análisis que permita conocer de forma sistemática la complejidad de su estructura, detectar los puntos conflictivos y que permita mejorar el bienestar social (Verst, 2004).

La idea de “cadena de valor” tiene uno de los puntos de apoyo en los trabajos de Porter (CEOL, 2008). Incluye las actividades empresariales y su forma de actuación, pudiendo clasificarse en primarias (producción, logística, marketing de ventas y servicio de posventa) y de apoyo (infraestructura empresarial, recursos humanos, desarrollo tecnológico y aprovisionamiento), debiendo estar todas ellas coordinadas.

La cadena de valor alimentaria (CVA) lleva consigo una serie de actividades, tanto de forma directa como indirecta, desarrolladas en los diversos eslabones de la misma, que tratan de satisfacer al cliente final, el consumidor, a través de una serie de funciones no solamente productivas, sino financieras, informativas y de análisis (Briz et al., 2009).

El punto de partida en la CVA es ser útil al consumidor y, en consecuencia, crear valor, que se mide tradicionalmente por lo que el consumidor esté dispuesto a pagar. No obstante, el mercado no refleja todos los factores que interesan al bienestar social. Además del precio pagado, hay otros elementos como la contaminación ambiental, el derroche energético o el mal aprovechamiento de recursos, cuya evaluación está empezando a materializarse en las denominadas “mochilas” o “huellas energéticas”, contaminantes e hídricas, entre otras.

El segundo aspecto que hay que considerar es el reparto justo del valor creado en la cadena. La falta de transparencia, el abuso de posición dominante y los excesivos márgenes comerciales son temas preocupantes, que deben abordarse conjuntamente por los sectores público y privado.

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Bio-economía: Reflexiones sobre la cadena alimentaria, por Julián Briz

20 abr 17 - 19 h