Sesión "Reducción del animal humano"

"Un responsable político declaraba hace un tiempo que el joven con intención de efectuar estudios relativos al legado humanista de la Grecia clásica debería pagarse el lujo".

Pues bien, el hecho mismo de que se generalicen opiniones de este tipo constituye todo un síntoma de nuestro desconcierto respecto a la actitud a adoptar ante el devastador momento para las conquistas sociales que vivimos. Cuando las medidas económicas apagan el alma de los ciudadanos, cuando la sumisión a agotadoras jornadas laborales tiene doloroso contrapunto en la ausencia de trabajo (o en el pánico a perderlo), se impone precisamente como exigencia política, restaurar la pregunta sobre la esencia de la condición humana y la tarea que respondería a tal condición. ¿Está el ser humano condenado a pensar que subsistir ya es mucho? ¿Y en consecuencia, condenado a esa tortura a la que para algunos remitiría el término mismo trabajo? ¿ Es posible una sociedad en la que la tarea esencial de todos y cada uno, sea aquella en la que se fertilizan las facultades que nos caracterizan como especie entre los seres vivos y animados?

Como todo animal, el hombre tiende a desplegar todas las capacidades. El asunto es determinar bien cuáles son las que le caracterizan en el seno de la animalidad, pues si es frenado en estas, el eventual desarrollo de otras no impedirá que ese animal quede mutilado en su humanidad. La respuesta es que el animal humano tiende a nutrir y desplegar sus facultades cognoscitivas y creativas, ni más ni menos que como el águila o el caballo tienden a activar sus capacidades innatas para el vuelo o el galope. Y cuando desaparece del horizonte el objetivo de fertilizar y desplegar estas facultades de razón y de lenguaje que hacen su especificidad, el animal humano pierde las características de su especie, quedando reducido a lo genérico, a la simple animalidad. Rebelarse frente a ello, aparece como expresión del instinto de conservación propio de nuestra especie”.

Víctor Gómez Pin:
Doctor en Filosofía por la Sorbona. Investigador en la Universidad París-Diderot y catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona dónde se le atribuye la docencia en Epistemología, Ontología, Filosofía y Matemáticas. Ha sido profesor en la VIU (Venice International University), de Venecia, en cuya ciudad recibió en 2009 el premio Internacional del Istituto Veneto di Scienze, Lettere ed Arti. Su transcurso indisociablemente profesional y social, está marcado por su incorporación al proyecto de “Zorroaga”, en San Sebastian, iniciado en 1979 por el filósofo Ramón Valls Plana e inmediatamente asumido por Javier Echeverría.

Coordina: Le Monde diplomatique en español y Fundación Mondiplo.