Alimentación ecológica y espiritualidad
Dentro de la programación de
La transición agroecológica. Experiencias e iniciativas de adaptación 2019"La agroecología como herramienta de cambio hacia un consumo responsable", impartido por Ángeles Parra, directora de la Asociación Viada Sana. "Alimentación ecológica y espiritualidad", impartida por Pedro Burruezo, director de la revista The Ecologist.
Duración: | 2 horas |
En España, la clase política jamás ha apostado decididamente por la alimentación ecológica. ¿Por qué? Su miopía cortoplacista les impide llevar a cabo legislaciones que sean capaces de entender los problemas de una forma holística y proponer, pues, soluciones homeotélicas, es decir, soluciones capaces de erradicar problemas.
En algunos países de Europa, como Alemania, Dinamarca, Italia, Francia o Reino Unido, la cuestión de la alimentación ecológica ha suscitado muchos más consensos y se han visto detalles curiosos y honrosos. Porque la alimentación y la salud de la población, de la ciudadanía es una cuestión de estado. De ahí que esos países nos lleven tantas ventajas en lo que respecta al consumo interior “bio”. Ha habido un apoyo institucional que ha tomado forma en legislaciones apropiadas, campañas promocionales en medios públicos, etc. Nuestros políticos, en cambio, sea cual sea el color de su chaqueta o el ámbito de su actuación, se ufanan por hablar de ecología pero sus actuaciones van siempre en la misma dirección: la protección de los intereses de los grandes empresarios intercontinentales.
Es posible que haya más excepciones, pero, en la clase política, las dos únicas personas que han apostado con devoción por la alimentación ecológica han sido dos mujeres: Cristina Narbona, exministra del PSOE, e Imma Mayol, que, desde Iniciativa per Catalunya, formó parte del tripartito que gobernó Barcelona durante unos años.
Sin embargo, muchos de nuestros políticos, los mismos que legislan a favor de la modificación genética (el estado español es el más colonizado por las transnacionales de los transgénicos de toda la Unión Europa), consumen “bio” en su casa, para ellos y para sus hijos.