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Give me five #extra Antonio Gamoneda

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8 ago 2020
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Online, Encuentros

Esta semana contamos con una entrega muy especial de ‘Give me five’: las recomendaciones creativas del poeta Antonio Gamoneda. Él mismo las ha puesto en práctica durante su confinamiento y, quizá, su intención de "meter la naturaleza en casa" sea el origen de un nuevo libro: un diccionario de hermosas casualidades.

Duración: 1 segundo

Lo cuenta él mismo:

"He tenido suerte en el encierro de la pandemia. Advertí pronto que mis días de clausura tenían que ser llevados de manera que retuviesen algo de lo que iba a faltar de mi entorno. Por ejemplo, la relación con personas queridas, los hábitos de trabajo, el contacto con realidades sensibles exteriores a mis cuatro paredes.

Seguí teniendo suerte, ya que mi trabajo, con la excepción de algún viaje, es prácticamente casero. También las tecnologías me ayudaron: incrementé las llamadas telefónicas y aprendí lo necesario para que mi ordenador me proporcione el que casi es un vis a vis con mis hijas, con mi nieta, con amigos...

Creo que puedo proponer dos recomendaciones francamente sencillas y provechosas:

Primera. Hacer casero todo el trabajo posible: el trabajo profesional, quien lo tenga practicable; el vocacional, quienes dispongan de una vocación (los que no la tengan que se la busquen, que no perderán nada) y las tareas simplemente "hacendosas", cuya serie es inacabable: reciclar cuanto sea reciclable echándole inventiva; pintar paredes y arreglar desconchones; quitar manchas y rasguños a muebles, barnizarlos; ordenar y tejuelar la biblioteca. Por aumentar decentemente la lista y con inclusión de los varones, propongo también hacer lagartera y otras gratas tareas análogas. Prueben y no se espanten.

Segunda. Para mi recomendación de incrementar las relaciones no doy listados, que ya he dicho lo que yo hago y, además, de tecnologías de la comunicación y de conexiones on line, o como deba decirse, cualquiera sabe más que yo.

Pero me faltan tres propuestas. Me las sé porque van a ser parecidas a las que yo practico. Éstas serán más... específicas. O no, que, aunque sea en una línea distinta, todo el mundo sabe crear sus... especificidades (perdón por la palabreja: "especificidades", qué ferocidad, por algo se usa en epidemias y pandemias). En fin, hago tercera, cuarta y quinta de una tacada, que explicándola un poco, la tacada puede valer por tres y hasta por treinta muestras.

Primero diré los que son mis materiales:

  • 22 trozos de minerales decorativos o semipreciosos, unos americanos y otros asiáticos (cuarzos, malaquita, ónice, obsidiana, amazonita... podrían ser más o menos y podrían ser otros), grandes y pequeños, algunos transparentes, todos baratos.
  • 11 fósiles pequeños, marinos y del Sáhara, pueden ser de cualquier parte y también, en general, son baratos.
  • 6 conchas marinas distintas, tres de ellas son transparentes y todas están muy escogidas por su bonita forma.
  • 12 insectos disecados: mariposas –alguna con 25 cms. de envergadura–, insectos grandes y "acorazados" de Venezuela, el Stick Insectim, un mosquito también de 25 cms. de extremo a extremo, con alas transparentes, una tarántula, tres escorpiones y, apartándome de la especie, hasta dos viborillas, una morena y otra rubia, que compré en Túnez.

Todo ello puede ser esto mismo u otra cosa: se trata de traer naturaleza a casa, eso es lo importante. Yo, luego, añadí dos linternas y mi lámpara de trabajo, más seis libros que contienen toda la obra poética de Góngora y de García Lorca.

¿Qué hice con todo esto y algún objeto más (pequeñas artesanías, alebrijes mexicanos, viejas monedas de cobre...) que caprichosamente amontonaba? Pues hice lo que hubiera hecho un gran fotógrafo –también el más humilde fotógrafo, todo hay que decirlo–, con la única diferencia de que me faltó hacer las... fotografías (no conviene imitar esta última particularidad mía). Continúo:

Extendí sobre la mesa el medio centenar (pudo ser más o menos) de piezas, y luego, por intuición, por capricho o por casualidad, una a una o agrupando las que me pareció, buscando transparencias y colores, proyectando luz de linterna o de lámpara desde un lado y desde otro, creando sombras, moviendo piezas, trataba de hallar una presencia atractiva. Alguna me salió fascinante.

Las posibilidades de crear conjuntos visualmente atractivos son inagotables. Yo no fotografié porque nunca lo he hecho y porque me parece que mis teléfonos móviles no hacen fotos, pero, habiendo empezado, la voluntad creativa no se para. Al tiempo que preparaba mis "caprichos", puse en juego los libros. De uno o de otro, sin orden ni concierto, leía buscando afanosamente. ¿Qué buscaba? Pronto lo tuve claro: buscaba imágenes poéticas que, no siendo objetivamente descriptivas, suscitasen en mí una visión intelectual equivalente o cercana a la del conjunto que tenía iluminado. Alguna vez, la búsqueda fue casi fatigosa, pero todas las veces resultó interesante y hermosa, una aventura. Rescaté tramas poéticas como éstas que copio sin orden ni concierto y que ya son más de cien:

/... entre espinas crepúsculos pisando, / riscos que aun igualara mal volando / intrépida ala... // ... aire de estrellas y temblor de planta / espesura de anémonas levanta / con oscuro gemir un año entero. // ... cuantas el blanco pie conchas platea, cuyo bello contacto puede hacerlas, / sin concebir rocío, parir perlas. // Puede la piedra blanca latir en la sangre del ciervo / y el ciervo puede soñar por los ojos de un caballo.

Cabe que mi cosecha casual termine siendo un libro. Un diccionario de hermosas casualidades. Sea lo que sea y con y sin libro, yo aseguro que la experiencia me ha sido útil y grata en mis días claustrales; que me ha permitido meter la naturaleza en casa, y me ha enseñado a entender con mejores "ojos" no pocas realidades que existían dentro y fuera de mis cuatro paredes".

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8 ago 8 - 8 h

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